Un histórico chofer narco cayó con diez kilos de cocaína en un doble fondo: creen que iba a vender la droga en el Mercado Central

 El VW Bora conducido por Aguilar tras el desguace para encontrar la carga.

Hoy por la madrugada, dos patrulleros de la Policía de la Ciudad le hicieron luces a un hombre a bordo de un Volkswagen Bora en Alvarez Thomas y Donado, pleno barrio de Villa Ortúzar. El hombre de 49 años que lo conducía, comerciante según él mismo, registrado en los rubros de transporte de pasajeros de la AFIP, no se mostró tenso. Debería estarlo. La patente de su auto registraba 8 mil pesos en infracciones impagas de este año, cuatro multas por mal estacionamiento. Pero no lo frenaban por sus deudas.

Los policías no lo detuvieron por casualidad, operaban bajo una orden del Juzgado N°4 de Ariel Lijo con la secretaría del doctor Diego Arce de seguirlo discretamente, ante la sospecha de que podría transportar una carga de cocaína para alimentar el mercado negro de una villa porteña, en ruta desde Salta. Lo habían seguido, punto por punto, tras verlo en la zona de la Ruta 9 y Río Tala, en San Pedro. Tras perderlo en una entrada a la ruta 8, volvieron a verlo en Panamericana. Así, se lo siguió hasta Villa Ortúzar.

Comenzaron a registrar su vehículo, llegaron a la parte trasera. El doble fondo era ingenioso. Ocultos, había 10 ladrillos de cocaína, 10 kilos y 200 gramos de polvo. El hombre quedó detenido, según confirmaron fuentes de la causa a Infobae. Sus antecedentes resultaron ser de larga data.

Los diez kilos del doble fondo de Aguilar y el test reactivo para confirmar la substancia.

Los diez kilos del doble fondo de Aguilar y el test reactivo para confirmar la substancia.

Ramón Maximiliano Aguilar ya tenía al menos dos condenas previas: una por robo del Tribunal Oral Criminal porteño N°16, por supuestamente llevarse un auto abandonado en la vía pública y otra más compleja, con una narrativa más retorcida. La pena fue de cinco años, dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal N°3 de San Isidro, cinco años por robo, parte de una asociación ilícita dedicada a robar camionetas 4x4 de alta gama para canjear por lotes de hasta 50 kilos de cocaína, una causa del fiscal Patricio Ferrari.

Dos ladrones fueron condenados por disfrazarse de policías para cometer los robos. Las camionetas, que eran enfriadas y acondicionadas en un galpón de La Paternal. Otro hombre, apodado “El Tordo”, fue condenado a una pena más leve, acusado de inhabilitar los rastreadores satelitales de los vehículos.

La investigación se inició con una serie de robos de camionetas de alta gama cometidos en marzo de 2010 en la catedral de San Isidro y en la zona de Las Lomas, cerca de los restaurantes de la calle Dardo Rocha, a metros del hipódromo y de la autopista Panamericana, publicó Télam en ese entonces. Se adulteraban sus patentes y sus numeraciones. El destino final de los vehículos era Bolivia.

Las 4X4 que elegía la banda eran BMW X5 y X6 -en las escuchas eran llamadas “La Morocha” y estaban valuadas entre 100.000 y 200.000 dólares- y la Porsche Cayenne, apodada “La Nena”, entre 150.000 y 250.000 dólares. El modus operandi siempre era el mismo: en un auto con baliza “chichón” en el techo y disfrazados como policías con chalecos y gorras, los ladrones simulaban un control, se apoderaban de la 4X4 y secuestraban a los dueños hasta que la camioneta fuera ocultada.

El VW Bora conducido por Aguilar tras el desguace para encontrar la carga.

El VW Bora conducido por Aguilar tras el desguace para encontrar la carga.

Fuentes policiales aseguran que el polvo incautado es de una pureza notable. Los investigadores del caso llegaron al nombre de Aguilar de casualidad: no conocían su nombre, sino su auto. La información con la que cuentan es que existe una nueva ruta de cocaína desde Salta hasta la zona del Mercado Central, donde sería vendida. Así, se siguió al Bora, que participaba en la maniobra.

La droga, se cree también, tenía como mercado final el entramado de dealers de la villa Zavaleta en Barracas. Hasta ahora, no hay un capo identificado. Los diez kilos representan un misterio mayor.


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